Me dice mi amiga Nuria que escriba sobre la maternidad desde mi punto de vista y mi corazón. Qué difícil…
Yo pienso que hay tantas maternidades y paternidades como personas. Por eso hay maternidades muy dedicadas y otras menos. Hay maternidades muy deseadas y otras no tanto. Hay maternidades felices y otras lo contrario. Incluso las deseadas pueden fracasar por carecer esa persona de herramientas personales, buenos modelos, medios, ayudas… O por enfermedades, dificultades, traumas, daños… Y luego existen las maternidades que han de ser un poco reparadoras, las que suponen una segunda oportunidad para los pequeños. Donde es necesario prepararse y formarse para curar heridas y aceptar una historia pasada. Y que no es que sea una maternidad compartida, pero la primera madre (y padre) siempre “estará ahí”, y es un paso importante el aceptarla con todas sus circunstancias al aceptar al hijo o hija con esa historia que forma parte de él. Esta maternidad llamada adoptiva, además de profundamente espiritual, he de decir que es también “biológica”. Porque en nuestros juegos los niños/as nos piden estar en nuestra barriga y nacerán de ella. Y nos pedirán mamar y les daremos su biberón. Y recuperarán todas y cada una de las etapas que perdieron o se rompieron. Y además es biológica, porque lo que les pasa a nuestros hijos también nos duele en las entrañas más profundas. Y sus ilusiones y amor también nos producen las más maravillosas mariposas en el estómago.
Cuenta una leyenda oriental que las personas predestinadas a conocerse están atadas por un Hilo Rojo en sus respectivos meñiques. Ese hilo rojo invisible conecta a las personas destinadas a encontrarse sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper. Y así es nuestro particular cordón umbilical con nuestros hijos. Se lo contamos a nuestra manera para que nunca se sientan solos y sepan que siempre estaremos nosotros ahí, a pesar de todo. Y es que, en mi opinión, el verdadero vínculo con los hijos/as no lo dan los genes, y aunque el embarazo y la lactancia lo faciliten, lo importante va a ser la crianza del día a día: los cuidados, los juegos, el escucharlos y sobre todo aceptarlos y quererlos incondicionalmente, y por supuesto decírselo. Con mucho trabajo interior las madres y padres adoptivos nos intentamos poner en su lugarpara entender sus dificultades, sus miedos, sus deseos, que no tienen porqué ser los que tuvimos o tenemos nosotros. Nuestros hijos e hijas son unos supervivientes que tienen unas cualidades interiores sorprendentes. Les doy las gracias por todo lo que nos enseñan cada día sobre nosotros mismos y sobre lo importante de la vida.
Una madre adoptiva