A continuación os transcribo unos preciosos párrafos del libro «Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer», escrito por la Dra. Christiane Northrup. Son otra perla para el despertar de nuestra conciencia.
El aumento de la población de la Tierra se está produciendo a un ritmo que supera el de nuestros medios para sustentarla. Los seres humanos hemos sido muy listos al producir más y más alimento con menos y menos cantidad de tierra. La Unión de Científicos Preocupados escribe: «Nuestra especie sencillamente no puede sobrevivir al acelerado crecimiento demográfico, al irresponsable despilfarro de los recursos de la Tierra y la continua destrucción de nuestro medio ambiente».
Llega a su fin la época de productividad ilimitada sin reponer. Como mujeres tenemos el deber de utilizar nuestra creatividad innata, nuestro poder femenino, para regenerar nuestro planeta y también para producir la siguiente generación. Ya no podemos tener un bebé tras otro sin pensar en las consecuencias. Muchas ya no toleramos usar pañales desechables por lo que sabemos que causan en los vertederos de basura de nuestro planeta; pero también hemos de considerar el hecho de que un niño corriente de Estados Unidos usa cincuenta veces más recursos que un niño nacido en el Tercer Mundo. Pocos temas son tan polémicos como el crecimiento demográfico, y no es mi intención entrar en ese debate aquí.
En Estados Unidos, como en todas partes, las mujeres que no tienen medios para mantener a sus hijos tienen un niño tras otro. Todos los profesionales de la salud hemos oído personalmente a mujeres hablar de tener otro hijo para recibir más dinero de la Seguridad Social. Esas son las madres que corren más riesgo de tener problemas en el parto, y de tener bebés de crecimiento retardado y bebés prematuros. Pero los problemas de esas mujeres son síntomas del desequilibrio de nuestra cultura, no son el problema. El problema subyacente es el trato que da la sociedad a las mujeres y los ciclos de pobreza, maltrato y abuso en que están atrapadas estas jóvenes. El 60 por ciento de las madres adolescentes son víctimas de abuso sexual. Casi instintivamente se emparejan con hombres que después las abandonan. Eso es lo único que conocen, un compromiso prematuro que las mantiene atrapadas. El único papel que ven disponible para ellas es el de portadoras de bebés. No saben que tienen otras opciones. Cuando creen que es poco más lo que pueden hacer, tienen bebés. El ciclo continúa.
Pero ¿y si comenzáramos ya a enseñar a nuestras jóvenes que tienen una valía innata y que aunque pueden elegir tener un bebé, también hay muchas otras oportunidades abiertas a ellas? ¿Y si supieran que sus ciclos menstruales forman parte de su conexión sagrada con la Tierra y la Luna, y que su sexualidad no tiene necesariamente que ser compartida con un hombre? ¿Que pueden tenerlo todo en sí mismas si así lo deciden? ¿Y si no midieran su valía por el hombre que es padre del hijo que tienen o por el hombre con quien se acuestan? ¿Y si supieran que su vientre, tengan o no tengan hijos, es el centro de creatividad de su cuerpo, y que el útero tiene su propio significado y su propio valor, aparte de ser un posible portador de hijos?
Es necesario que ampliemos el significado de las palabras «fertilidad» y «nacimiento». Hemos de comenzar a considerar el poder femenino de parir por lo que es: la base de toda creación. Cuando suficientes mujeres perciban su poder femenino creativo que nos es inherente a todas y cada una, el mundo cambiará. Cuando las mujeres utilicemos este poder, los hijos, las ideas y el nuevo mundo que daremos a luz serán sustentadores de todos los seres, incluidas nosotras.
Ya sea que elijamos o no el embarazo, todas tenemos codificado en nuestras células el conocimiento de lo que es concebir, gestar y parir algo que se desarrolla a partir de nuestra propia substancia. No es necesario tener un bebé para aprender a parir. El parto, ya sea físico o metafórico, nos enseña a no combatir el proceso de dar a luz, sea lo que sea lo que demos a luz, incluso aunque duela y deseemos renunciar. La concepción, la gestación, la labor del parto y el parto son metáforas físicas de cómo se manifiestan todas las creaciones en la Tierra.
En cierto sentido todas tenemos abortos espontáneos, abortos inducidos, partos disfuncionales y bebés nacidos muertos, así como creaciones hermosamente formadas. Por desgracia, en el patriarcado se nos ha enseñado que las creaciones que no son «perfectas» no «valen». Lo que con demasiada frecuencia el patriarcado ha considerado un fracaso es en realidad parte del todo del cual podemos aprender. No es necesario pasar físicamente por estos procesos para comprenderlos y sanar con ellos; son procesos inherentes a la naturaleza.
Cada mujer debe encontrar su verdad sobre cómo utilizar su fertilidad o sanar ese aspecto de su vida. Lo más importante que hay que recordar es que nuestra fecundidad creativa, en el sentido más amplio, está siempre presente en nosotras toda la vida, tengamos o no tengamos hijos.