Hoy quiero escribir sobre un tema que me preocupa bastante como padre.
En el subtítulo del blog hemos escrito una frase que experimentamos cada día: “para conectar con tu hijo antes has de hacerlo contigo mismo”. Por eso mismo hemos escrito algunas entradas en este blog sobre aspectos de lo masculino y lo femenino que pueden ser pistas para el trabajo y crecimiento personal.
Porque por muy evolucionados y trabajados que estemos, los padres parece que en varias ocasiones nos quedamos cortos en la crianza de nuestros hijos. No sé si siempre ha sido así (eso de la diferencia generacional, conflicto entre padres e hijos, etc), pero tengo la sensación de que los niños de hoy plantean muchos retos complicados para los padres.
Creo que muchos (si no todos) los niños que nacen actualmente son especialmente sorprendentes a edades muy tempranas y a poco que nos demos cuenta, ocurre que nos sorprenden mostrándonos nuestras deficiencias, nuestras incoherencias, nuestras faltas de sentido común. Incluso a veces nos pillan cuando sólo estamos pensando y nos sorprenden haciendo referencia a algo que nosotros aún ni hemos hablado.
Estas cosas suelen dejarnos fuera de juego y entramos en una dinámica de o bien “mi niño es especial”, o bien “pero cómo se atreve el mico éste”. En todo caso suele llevarnos a los padres a situaciones complicadas porque estas situaciones nos superan, no estamos preparados para afrontar una paternidad-maternidad para este tipo de niños avanzados y chocan contra la imagen que tenemos de paternidad autoritaria que nosotros mismos recibimos de pequeños.
En general lo que yo veo es que muchos de los niños (por no decir todos) que hoy nacen tienen un algo especial, lo que yo llamo una vibración superior a la nuestra, y casi diría que a la del entorno en que nacen; es como si los niños de hoy trajeran una marcha más y no “soportan” en su entorno cosas incoherentes, que no sean “puras” como ellos, y además tienen la fuerza para no aceptar que les modelemos a nuestro gusto o al que impone la sociedad.
Parece que estos niños no aceptan ciertas cosas que se han encontrado al nacer, ni en los padres, ni en la familia, ni en el cole. Normalmente no aceptan cosas impuestas porque sí, estructuras cerradas, limitantes y encima sin coherencia: no entienden que los padres les digamos “cállate” mientras nosotros parloteamos o chillamos a desconocidos hasta por la ventanilla del coche, no les encaja la elevada violencia y agresividad a su alrededor o en sus dibujos animados cuando a ellos les decimos eso de “pegar está mal”… “Pero si se pega y discute todo el mundo…” pensarán ellos.
Son niños auténticos que se han encontrado con una vida poco auténtica: padres con bastante trabajo interior por hacer, o con infancias aún por superar, padres con falta de criterio que se dejan guiar por un gurú (tipo Estivil) que les enseñe a “adiestrar” al niño y a convertirlo en adulto cuanto antes (para que el niño no sufra y la sociedad le quiera) y en general, padres que no empatizan lo suficiente con su hijo como para darse cuenta de que su vida es un torbellino difícil de comprender y de llevar.
Estos niños se encuentran con un entorno competitivo cuando su interior les dice que es más divertido jugar en colaboración que en competición. En el cole se enfrentan a tareas que en ciertos momentos les cansan, les aburren y sienten que son innecesarias, no aprenden cosas para la vida y sin embargo no son niños vagos, les encanta aprender, practicar y suelen tener alguna materia o área que les apasiona porque les permite expresar lo que tienen dentro. Pero si esa materia no está “en el plan oficial de estudios” o no es relevante, les decimos que “eso es perder el tiempo”, cuando en realidad a ellos les está elevando su alma.
Pensándolo bien, yo siento un poco de frustración al empatizar con ellos, con nuestros niños, y ver las dificultades de vida que van teniendo: no es fácil ser niño. De acuerdo que esas dificultades son de otro calibre respecto a las que tiene un adulto, un padre de familia que a lo mejor está en paro, o con un ERE a la vuelta de la esquina,… pero desde luego las dificultades del niño, para él, son de la máxima prioridad, como para mí puede ser el no tener trabajo.
En todo esto lo que más me llama la atención es la fuerza de estos niños, la impresionante fuerza que tienen para no aceptar lo que no quieren, lo que no les corresponde o lo que ven que no es coherente. Admiro su capacidad para no aceptar nuestras faltas de coherencia.
Pero claro, esta fuerza la muestran hasta un punto pues al final como somos “los adultos” nos imponemos y les obligamos, a menudo inconscientemente, a acoplarse en nuestros moldes. La consecuencia en ocasiones es que se recluyen en su mundo interior sin prestar atención a lo que les rodea ni a lo que se les pide, o explotan en actividad en cualquier campo de su vida, ya sea físico o no. Luego en el cole o en el médico nos dicen que el niño tiene déficit de atención o hiperactividadrespectivamente.
Lo siguiente es darles una pastilla que les controle de forma química. Lo hacemos por su bien, pero no contemplamos algunos de los “efectos secundarios”, que llevan al niño a dejar de ser él mismo, ahogando lo que podría ser para adaptarse.
¿Qué es lo que está pasando? ¿Cómo entender todo esto?
Pues efectivamente creo que estos niños son especiales, son auténticos, tienen una claridad interior muy superior a la que seguramente tuvimos nosotros, aunque esta claridad interior no sea algo fácil de llevar, pues dependiendo del entorno que les proporcionemos podrán sacar su luz interior o no. Lo que tengo claro es que en general rechazan valores de “bajo nivel” como la hipocresía, el autoritarismo, la envidia, el odio, la indiferencia, … todo lo que no esté basado en el amor. Porque viven desde el amor y lo manifiestan en diferentes formas según el entorno que encuentran: algunos rompiendo esquemas caducos, otros propagando alegría y paz, etc.
Por otro lado y desde un punto de vista práctico entiendo que esto es un tema que requiere atención y un importante cambio de perspectiva para los padres de hoy, pues la mayoría no estamos preparados para entender a estos niños ni, de entrada, para ayudarles.
No critico ni mucho menos a los padres que deciden dar medicación a su niño con TDA-H, porque sé que es una tarea y decisión muy difícil, y es demagogia el decirle a un padre que no medique a su hijo al que han diagnosticado TDA-H cuando estoy fuera del tema y no tengo que lidiar con la desconexión académica del niño, o con lo sacrificado que es un hijo hiperactivo.
Pero sí quiero poner sobre la mesa un aspecto muy importante que no debemos olvidar: y es que si es un tema energético (y habría que asegurarlo niño por niño), no se debe olvidar el tratamiento energético del tema. Si es una cuestión de vibración energética del niño, y en muchos casos vemos que así sucede, debemos saber que sí es posible trabajar esa vibración con él, ayudarle a comprender qué le sucede, y además enseñarle a focalizar y/o controlar su energía para que pueda adherirse a lo que requiere cada situación (casa, cole u otros entornos).
En nuestra experiencia, la energía de una persona es algo perceptible, y por tanto se puede trabajar para aprender a reubicarla, equilibrarla, armonizarla, etc. De hecho en Valladolid estamos echando a andar un proyecto de trabajo con niños de alta vibración, alguno de ellos diagnosticados con déficit de atención y/o hiperactividad. Hemos dado algún paso a través de charlas, que habréis visto anunciadas, y próximamente comenzaremos algún taller para niños entre 3 y 11 años que os iremos anunciando con datos más concretos.
Nuestros hijos no son pequeños seres a los que moldear según nuestra mente. Somos sus padres y guías en la vida, es verdad, pero no nos cansaremos de repetir que a su vez ellos también pueden ser nuestros maestros personales. Llevan en su interior el nuevo paradigma de paz para esta Tierra.
A menudo los percibimos como terriblemente tozudos, rebeldes, a veces nos asustan sus reacciones… Será bueno preguntarse por qué ahora los niños “son así”, por qué “mi niño es especial” y qué aportan de especial a la Vida. Yo estoy seguro de que aportan algo especial.
Nacho.